Hay trayectorias que no hacen ruido pero dejan huella. La de Gabriel Félix es una de ellas. Jugador, preparador físico, docente. Un hombre que vivió el deporte como una pasión y la docencia como una elección de vida. Su historia se construye entre pelotas y pizarras, entre silbatos y cuadernos, entre el esfuerzo de los entrenamientos y la calidez del juego compartido.

“Mi historia con el fútbol comienza desde que tengo memoria” dice Gabriel Felix, con una sonrisa que lo transporta al patio de su casa en Colón, donde un baldío se transformó en la primera canchita gracias a su abuelo. En su niñez, el patio de su casa era más que un lugar de juegos: era una cancha improvisada donde su abuelo le enseñó a patear las primeras pelotas, rodeado de chicos del barrio. Así empezó todo. A los 14 años ya estaba jugando en Campito, un club que marcaría sus primeros pasos en la competencia formal.
Y llegó. Pasó por Campito, su club del barrio, y luego por Atlanta, en Buenos Aires, mientras estudiaba en La Plata. Viajaba todos los días, se entrenaba, jugaba, y volvía a estudiar. “Era otra época, otra entrega”, recuerda. Vivíamos como profesionales, aunque no siempre se cobrara como tal”, afirma. Esa pasión por el deporte se convirtió también en compromiso profesional, y más adelante en vocación educativa.
Después de su etapa como jugador, se dedicó a la preparación física. Pero nunca se trató solo de entrenar. “El preparador físico es mucho más que el que hace correr. Es contención, escucha, guía. El jugador se abre más con vos que con el técnico”, afirma. Y habla con orgullo del trabajo personalizado, de entender las realidades distintas de cada chico, de quienes venían en bicicleta o salían de trabajar en la obra antes de entrenar. “No podes exigir lo mismo a todos. Hay que conocerlos, adaptarte. Ese es el verdadero trabajo.”
Su enfoque siempre fue el de la formación integral. Cada chico tenía su historia, su realidad. Algunos venían de trabajar todo el día, otros llegaban en bicicleta desde lejos. Gabriel adaptaba los entrenamientos según cada situación. Creía en la personalización, en mirar al deportista como un ser completo, no como una máquina de rendir.
La docencia fue el otro gran capítulo de su vida. Treinta y cinco años en escuelas públicas. Fue docente de educación física durante más de tres décadas. “Trabajar con chicos te llena el alma”, dice. “La educación física es un regalo. Es una materia que los chicos esperan con alegría, y ahí podés enseñar valores: el respeto, la solidaridad, la convivencia. Si querés conocer a alguien, mirá cómo juega”, reflexiona.
Hoy, Gabriel mira hacia atrás con gratitud. Habla de sus años como profesional con humildad, pero con claridad. Recuerda el saludo con Fillol en un túnel, la emoción de compartir el mismo arco que Gatti en distintas épocas, y el cariño de los alumnos que lo reconocen en la calle. Ya retirado, sigue creyendo en el valor del deporte como una herramienta formadora. Podés ser amateur y tener mentalidad de profesional. Es entrenar, descansar, cuidar tu cuerpo, tu mente, tu entorno. Es una forma de vida. “Ser profesional no es solo cobrar un sueldo. Es vivir con compromiso, con entrega, con perspectiva.”
Gabriel Félix es de esos hombres que supieron sembrar. En la cancha, en la escuela, en cada chico que se cruzó con él. Sembró valores, esfuerzo, empatía. Porque como él mismo dice, “todos tenemos condiciones para algo. Solo hay que ayudar a que cada uno descubra lo suyo y pueda crecer”.