Las migajas del hambre, la desigualdad mundial y una guerra sin fin

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¿Cuántas veces el ser humano se mira su propio ombligo, y nos olvidamos lo que pasa a nuestro alrededor? Partes del mundo viven bajo el hambre, la desnutrición infantil, la falta de recursos básicos que necesita una comunidad para vivir dignamente, son algunas de las causas que viven países día a día a causa de las guerras y el olvido de esas personas. En los rincones oscuros de Gaza, Pakistán y las regiones del continente africano el hambre es un arma cada vez más letal que está afectando a millones de personas de todas las edades, sobre todo, en infancias que tienen problemas de desnutrición. No es un hambre cualquiera que se sana con un plato de comida. Es un hambre voraz, que carcome la dignidad, el futuro y la vida misma. No estamos hablando de pobreza, estamos observando indigencia en personas en situación de calle que no llega a completar una comida al día, donde las familias y chicos ya no aguantan hacer filas y se sumergen a la supervivencia de conseguir comida sea como sea. En los ojos de los niños de Gaza, se puede leer la historia de una generación entera que no conoce otra cosa que la guerra y el hambre.

El hambre tiene muchos rostros, pero en lugares que viven en situación de guerra, la situación es irreversible. Esas miradas vacías de los niños que han olvidado el sabor de la leche, los momentos de jugar entre sus pares, en los cuerpos de las madres que ceden su última porción de pan a sus hijos, en los ancianos que esperan con una resignación amarga que la caridad no llega a lugares en situación de guerra o en lugares donde no tienen los medios para visibilizar las situaciones que existen.

Los medios de comunicación muestran lo que le interesan, hablan sobre la situación de guerra en Gaza, sobre los intereses políticos que pareciera que fuese lo que importa actualmente, pero hay algo que de la guerra que son las consecuencias que deja; hambre, desigualdad, pobreza. Y no es de hoy, año 2025, las situaciones de hambruna mundial viene hace años independientemente de que color político exista. Es una cuestión de humanidad, solidaridad y empatía con el otro. La ayuda humanitaria, vital para la supervivencia de millones de personas, llega cada vez menos, sorteando peligros y burocracia, mientras la desnutrición aguda se instala en los barrios, en la comunidad y en los distintos rincones del mundo, entre los más vulnerables.

Y en medio de todo este caos, el mundo sigue su curso con sus aspectos positivos y negativos, dejando este tema en un plano menos importante. Los medios de comunicación tradicionales nos muestran lo que mejor vende por un punto de rating, ese amarillismo que siempre lo caracterizó al periodismo y cada vez son menos los periodistas que tienen ética, mantienen credibilidad y son constantes en el trabajo independientemente del medio que se encuentra y sus intereses políticos. Nos muestran imágenes de destrucción y desolación, pero rara vez nos cuentan la historia de millones de niños, jóvenes y adultos que se acuestan con el estomago vacío, de las madres que lloran en silencio por la impotencia de no poder alimentar a sus hijos, de los ancianos que esperan sin tener respuesta, y la ayuda que llega pero ¿a que costo? si lo único que quieren es tener las condiciones dignas para vivir y comer, y no pueden ni siquiera plantear su situación critica para dar a conocer su situación.

El hambre no es un titular que vende, no es un discurso que se tiene que usar en campaña política y después olvidarse, es una realidad que muchos medios ignoran, periodistas les parece más facil hablar desde una silla y políticos de todas las ramas ideológicas existentes usan el hambre como una herramienta de fuerza política para llegar al poder y siendo funcionarios públicos dejan de lado el pisar el barro, conectar con otras realidades y mostrarse auténticos.

Pero el hambre es un eco de guerra. Un eco que resuena en Gaza, Pakistán y en cada rincón del mundo donde el conflicto deja destrucción. Un eco que nos tiene que sensibilizar, tener solidaridad con el otro y empatizar. Un eco que en la guerra no hay buenos ni malos, hay solamente intereses políticos por encima del ser humano que ataca a una comunidad entera. Un eco que donde no hay paz, no hay humanidad.

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